“Esto
no es un cuento: Aquí la mejor arma es el talento”
Entre
rimas y ritmo se van contando las historias del barrio, de la calle y
de la vida con los parceros, de la familia y del amor.
de la vida con los parceros, de la familia y del amor.
Por: Dayana Isaza
Castañeda
Cada
persona es un mundo diferente, cada persona tiene una historia que contar, unas
que tienen final y otras simplemente quedan en puntos suspensivos. No se borra
de mi mente ese jueves en el que, en la ruta Calasanz Boston en Medellín, se
subió una joven muy delgada, que tenía sombra azul brillante en los ojos, una
pañoleta roja en la frente y una gorra blanca puesta hacia atrás en la cabeza. Su
cuerpo delgado buscaba equilibrio con una sola mano, con la otra sostenía un
bafle de esos que funcionan con pilas. Comenzó a cantar. El rap, ese género que
acompaña mi vida desde hace algunos años, que me atrapó y me envolvió.
Cuando
la escuché me quede mirándola fijamente, sintiendo cada palabra. Era un canto a
Dios, a la vida, a la esperanza, a su familia, a los días en los buses, a los
días lluviosos. Al final las gracias al creador por darle la oportunidad de
trabajar. La sencillez que demostraba y la pasión con la que cantaba. A
diferencia de muchos trabajadores informales, ella no trasmitía lastima, ni contaba
una triste historia para conmover, simplemente cantaba y hacía olvidar del
calor del medio día y de la incomodidad de viajar en bus.
Antes
de que se bajara, recordé la crónica que debía escribir para una de mis clases,
aún no tenía tema, pero esta joven hizo que mi corazón se entusiasmara al ver
lo que hacia. Mire hacía atrás buscándola con la mirada, le dije que la
necesitaba para un trabajo de la universidad, que si podía darme un número
telefónico para comunicarme con ella. Rápidamente me dijo que se llamaba Carol
y me dio un número telefónico.
Cuando
llegué a mi casa, comencé a buscar algunas crónicas acerca de cantantes
urbanos, de cantantes de rap. Había encontrado un tema, estaba viviendo la
historia que contaría.
Llamé
al número que me había dado. Pregunté por ella pero la voz que había del otro
lado del teléfono me dijo que estaba equivocada. Sentí que toda esa emoción se
había esfumado. Estaba como al principio, sin una historia para contar.
Decidí volver a llamar, me dijeron que no la conocían, pero insistí diciendo
que era una joven que trabajaba cantando en los buses y que me había dado ese número
para hablar con ella. La mujer que me contestó me dejo esperando, cuando volvieron
a tomar el teléfono, sorprendentemente era ella. Le hable recordándole quien
era, y hablamos un poco para planear un encuentro. Ella no tenía un número celular,
y ese, al que la estaba llamando, era de la casa contigua a la suya, lo que me
preocupaba mucho. Entonces, le di mi número para que el sábado de esa semana me
llamara y poder indicarme donde nos veríamos. Había logrado encontrarla.
Se
me ocurrió una idea, hablar con el integrante de un grupo de rap que hace poco
había conocido, para tener dos historias unidas por el rap. Logré conseguir el
número de Jader, integrante de un grupo local, Las Plagas. Lo llamé pero su
hermano me dijo que no estaba. Mis llamadas no me animaban mucho.
El
sábado, me quede esperando la llamada de Carol, llamada que nunca recibí. La
semana terminó y mis dos personajes, tan solo estaban en mi imaginación.
El
tiempo se me agotaba, los días pasaban y aún no comenzaba a escribir. De nuevo
llamé a Carol, cuando me escucho, me dijo que se le habían perdido mis números
y por eso no me había llamado. Le pedí que me diera un punto estratégico para
encontrarnos el sábado de esa semana a la 1:30 de la tarde.
Nuestro punto de encuentro: El Éxito de Robledo, donde se estacionan los buses de la ruta Circular Coonatra.
Nuestro punto de encuentro: El Éxito de Robledo, donde se estacionan los buses de la ruta Circular Coonatra.
Era
sábado, a la 1:30 p.m. estaba donde Carol me había indicado. Había
aproximadamente cinco trabajadores informales. Una chica vendía dulces y dos
niños pequeños unas extrañas golosinas, todos hablaban mientras llegaba algún
bus para trabajar. También había dos puestos de venta informal. Espere algunos
minutos, dándole tiempo a Carol de que llegara. Le pregunté a la chica de
cabello corto y rojo que vendía dulces, que si la conocía y la había visto ese día,
ella me dijo que se había subido en uno de los buses, que en cualquier momento regresaría.
Eran
las 2:04 p.m. y aún Carol no aparecía, el calor era insoportable. Los que
trabajaban en los puestos de venta comenzaron a irse.
A
las 3:30 p.m. miré hacia abajo y vi que Carol subía, podía notar el cansancio,
el sudor caía por su frente. Inmediatamente me puse de pie, al parecer ella no
me reconoció porque siguió hacia arriba, así que corrí para alcanzarla.
Me preguntó que si nos demorábamos, que no tenia mucho tiempo porque debía recoger a sus hijos. Nos sentamos en la cera para hablar un rato.
Me preguntó que si nos demorábamos, que no tenia mucho tiempo porque debía recoger a sus hijos. Nos sentamos en la cera para hablar un rato.
La calle, un improvisado
escenario
Su
nombre es Carol Jiseth Murillo Quintero, nació en Bogotá. Estudió hasta quinto
de primaria, porque desde pequeña decidió enfrentar la vida en las calles. Conoció
todo tipo de personas dejándose envolver por las drogas y se alejó completamente
de su familia.
Tuvo la oportunidad de ingresar a un centro de rehabilitación en Bogotá, en aquel lugar, cuyo nombre no alcanzó a decirme, paso cuatro años en los que conoció el Rap, a Dios y a Mario, su esposo. Cuando era niña le gustaba mucho cantar, pero eso había quedado en los recuerdos de esa oscura infancia, sin imaginarse que esa sería la manera en la que podría sacar a su familia adelante. Las drogas deterioraron su piel, como si el tiempo y la calle hubieran dejado cicatrices imborrables, para que no olvidara el pasado.
Tuvo la oportunidad de ingresar a un centro de rehabilitación en Bogotá, en aquel lugar, cuyo nombre no alcanzó a decirme, paso cuatro años en los que conoció el Rap, a Dios y a Mario, su esposo. Cuando era niña le gustaba mucho cantar, pero eso había quedado en los recuerdos de esa oscura infancia, sin imaginarse que esa sería la manera en la que podría sacar a su familia adelante. Las drogas deterioraron su piel, como si el tiempo y la calle hubieran dejado cicatrices imborrables, para que no olvidara el pasado.
Con
su padre no habla desde hace algunos años y a su madre la llama cuando puede. A
ellos poco les interesa su vida desde que eligió las calles y desaprovecho la
oportunidad de estudiar. Solo conoce a su hermana mayor y tan solo sabe de la
existencia de sus dos hermanos menores.
Desde
hace siete años vive en Medellín, después de haber vivido en Cali y Bogotá. Decidió
cantar en los buses en compañía de su esposo “por la necesidad” como ella misma
lo expresa, “para sacar la familia adelante”. Vive en Robledo La Playita, eso
era cuando pude hablar con ella, pero antes vivía en Niquitao en habitaciones
de improvisados hoteles. Era un ambiente muy pesado que no era para los niños,
así que los sacó de la escuela y encontraron una pieza para arrendar en
Robledo.
Cuando
le pregunté por qué había elegido el Rap y no otro género, comenzó a responder
y sus ojos se abrieron, hablaba con un tono de agradecimiento a la vida por
haberle mostrado otra manera de enfrentar la calle. “El Rap lo conocí en la
fundación, allá cantaban música cristiana y había un grupo juvenil que cantaba
rap. Ellos me enseñaron y empecé a cantar con ellos, y me decían que tenia muy
buena voz. El rap lo elegí porque me gusta, porque también me lucra, porque me
va muy bien, porque es lo que me gusta hacer, me gusta expresarme con este
arte, porque para eso esto, para uno expresarse, de todo lo que pasa, de todo
lo que sucede y lo que uno piensa”.
Tiene
3 hijos, un niño de 8 años, una niña de 5 y un bebe de 3 años. Solo puede
trabajar dos horas diarias, porque no tiene quien le cuide los niños todo el
día, y ahora es más difícil porque no están estudiando, así que la señora de la
casa donde arrendaron la habitación, se los cuida ese tiempo. En esas dos horas
trabaja para poder comprar “el diario” con los diez o veinte mil pesos que
logra recoger; su esposo Mario aprendió a fabricar escobas y trapeadoras, y lo que gana en la microempresa donde trabaja,
que es menos del mínimo, paga el arriendo y los servicios. Los domingos, en su día
de descanso, Mario, cuida a los niños y Carol trabaja en la mañana y parte de
la tarde, para poder llegar y salir un rato al parque. Si en la semana les fue
bien, se pueden gastar veinte mil pesos para comprarles algo a los niños en
esas salidas.
Pensar en ahorrar algo para un futuro, lo ve como un imposible, “solo se
trabaja para el día a día”. Hablar de futuro para Carol es dejar de pensar en
ella, no sabe hasta cuando vivirá, pone todo en manos de Dios.
Lo
más duro ha sido ser mamá, trabajar en embarazo, más que por los peligros que
corría en ese estado, por la lastima con la que la miraban las personas, fue algo
que la hizo sentir mal en sus tres embarazos. “Estar embarazada no es motivo
para que lo miren a uno con lástima”.
Trabajar
en la calle no es fácil, donde hay raperos el ambiente es pesado pero ese es el “gueto de la calle”, es por eso que
Carol trabaja sola, casi nadie sabe de su vida, trata de ser muy seria y no
tiene amigos. Prefiere estar aparte de los problemas y así poder trabajar en
cualquier ruta, sin pedirle permiso a nadie.
Carol
debía irse por sus hijos, me contó que el domingo se pasaría para otro lugar,
inmediatamente pensé que de nuevo, seria difícil organizar otro encuentro. Ella
me dijo que me llamaría para ver que día podíamos encontrarnos, incluso me dijo
que podría conocer a sus hijos y pasar un día con ella. Eso me entusiasmó
mucho.
Continúa la búsqueda
El
sábado volví a llamar a Jader, y logré hablar con él. Nos encontraríamos el
martes de esa semana
Los días seguían pasando y la llamada de Carol no llegaba. El encuentro con
Jader no tuvo éxito. Tenía muchos datos, pero estaban en el aire, no tenía un
hilo que los atrapara.
El
sábado siguiente, decidí buscarla en el mismo lugar donde me había encontrado
con ella la primera vez. Estaban las mismas personas y me senté a esperar que
apareciera por cualquier esquina o bajara de uno de los buses. Después de una
hora, le pregunté a un joven que también cantaba, que si ese día la había visto,
y me contó que durante toda esa semana no la habían visto por ahí, que ella,
había tenido un problema con unas mujeres de por ahí y que no podía volver.
Tomé un bus que me llevara hasta La Alpujarra, otro de los lugares por los que
trabajaba y donde se subió la primera vez que la vi en el bus. Miré por todas
partes con la esperanza de verla, me acerqué a uno de los paraderos, y a un señor que vendía chocolatinas le pregunté si la conocía, me dijo que si,
pero que ese día no la había visto, que si la veía por San Juan le decía que yo
la estaba buscando.
Me senté un rato a esperar si en algún bus llegaba. Eran las 3:30 p.m. y aún no la encontraba, tomé un bus para irme para mi casa. Iba desilusionada, faltaban 4 días para entregar la crónica y no tenia nada.
Me senté un rato a esperar si en algún bus llegaba. Eran las 3:30 p.m. y aún no la encontraba, tomé un bus para irme para mi casa. Iba desilusionada, faltaban 4 días para entregar la crónica y no tenia nada.
Llegué
y llamé al número que tenia de Carol, pero me dijeron que ya no vivía ahí y que
no había dejado otro número para localizarla. Llamé a Jader y tampoco pude
hablar con él. Pensé en buscar otro tema, pero nada me parecía interesante.
El
sábado, a las 12:00 p.m. entro un mensaje a mi celular en el que decía que
llamara a Jader al día siguiente a las 10:00 a.m. para encontrarnos.
El
domingo a las 12 del medio día, me encontré con Jader en el Polideportivo de
Bello. Llegó en su bicicleta amarilla, vestido con una camiseta blanca,
pantaloneta azul oscura y tenis..
El “Ozzo” que canta rap.
Su
nombre es Jader Serna, pero le diremos el Ozzo. Como le dicen desde hace
algunos años, es que “se siente raro que me diga Jader”. Desde pequeño fue una
“plaga” en el colegio. En la parte académica tenía un buen rendimiento, pero en
cuanto a la disciplina, su comportamiento no era el mejor.
Nadie
le enseñó, simplemente comenzó a escuchar
grupos de rap de Estados Unidos y con el tiempo descubrió que también se
cantaba en español, y que en Medellín se hacía rap, así que comenzó a ir a
conciertos y a eventos relacionados con el género. Escuchaba a grupos como La
Clika, La Bomba Rulas, FB7, Black Soul, La tribu. Conoció a muchas personas del
movimiento, al lado de sus amigos, quienes tenían mas conocimiento acerca del
género y en un evento que hubo en la choza de Marco Fidel Suarez, en el
municipio de Bello, pudo escuchar a Las Plagas, “yo ya los conocía, yo ya había
tenido relación con el Cuate y con el Juan”. A lo ocho días siguientes, el Rap
tocó la puerta, Las Plagas “cayeron” a la casa del ozzo.
Desde hace 15 años el Rap ha sido su mayor pasión, distribuyendo el tiempo
entre el trabajo y la música, al igual que los demás integrantes del grupo. La
música no se puede obligar a que genere dinero, cantan y componen tranquilos,
respetando el arte.
Jader
vive con su mamá y sus hermanos en Bello. Tiene una buena relación con todos. Sus
hermanos también están inclinados por la música, pero en otros géneros. Todos
se apoyan mutuamente y algunas veces lo acompañan a sus presentaciones. Para su
mamá o su “parcera” como se refirió a ella en nuestra conversación, el Ozzo es
un loco por la música.
Desde
1997, cuando el Ozzo y el Juan (integrante del grupo) hicieron parte de Las
Plagas, dieron comienzo a la primera producción musical llamada Vida Dura.
Muchas personas pueden pensar que hacer parte de una agrupación es sinónimo de
tener mucho dinero, pero el recorrido que ha tenido este grupo no ha sido
fácil, ellos mismo han buscando los medios para financiar los gastos de sus
producciones, han estado atentos a conocer personas influyentes en el medio. Trabajan
bajo sellos independientes y aún están en el proceso de registrarlos.
Pensar en apoyo por parte del gobierno, es algo que con algunas agrupaciones se
evidencia, pero como lo expresa el ozzo, trabajar para ellos es limitar la
expresión, seria desviarse del propósito del rap.
Cuando
le pedí que me definiera el rap, sonreía mientras buscaba las palabras más
apropiadas y que dejaran en alto el motivo que lo impulsa a vivir. En una sola frase
lo hizo “el rap es una revolución”, “y como en toda la música, hay rap para el gueto
y hay rap para el gomelo, yo lo veo, como tú lo quieras hacer, hazlo bien,
muchas personas lo toman como una manera de agredir. No. La música no debe ser
así”.
Mientras
hablábamos se fumaba un cigarrillo y tomaba agua de un termo verde.
Sus
canciones son inspiradas en lo que pasa en las calles, son críticas sociales
que pretenden revolucionar al mundo y contar eso que a veces la sociedad
olvida, pero que se vive día a día.
Los
logros que han alcanzado Las Plagas han sido con mucho esfuerzo, con trabajo
duro, superando las dificultades que se presentan al trabajar en grupo. ”Todos son
unos talentosos”, “somos como hermanitos”. “Todo lo que hacemos es muy bacano,
siempre y cuando usted le meta ganas, porque es algo para usted, para
mostrárselo a la gente. Entonces nosotros procuramos que salga lo mas bonito
posible, así sea con bajo presupuesto”. Han visitado en varias oportunidades Bogotá, para participar en eventos como Rap al
Parque, haciendo presentaciones en discotecas y en otros festivales. Sentir el
reconocimiento es algo “muy bacano”, no solo en otra ciudad sino, en la casa,
en el barrio y en el municipio donde el apoyo de la gente ha sido fundamental
en todo.
Hablar
del futuro con el Ozzo, es simplemente pensar en la música, aun no hay planes
de familia, solo trabajar y “conseguir mucha plata para invertírsela a la
música”. Por ahora solo quiere concentrarse en el nuevo empleo que tiene y en
una producción como solista que espera lanzar muy pronto. Después llegaran
nuevos proyectos, que como él dice, “ya están maquetiados”, como una canción al
amor que tiene empezada y otra que es la promesa a un “parcero que se murió en
el 95”.
Si hubo Historia que
contar.
Cada
persona es un mundo diferente, cada persona tiene una historia que contar, unas
que tienen final y otras simplemente quedan en puntos suspensivos. Llegará el día
en el que me suba a un bus y escuche de nuevo su voz. Y tal vez en ese mismo
bus, escuche alguna canción del Ozzo en la emisora. Por ahora me conformo con
saber que tuve algo que contar.
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