domingo, 18 de noviembre de 2012

Crónica


“Esto no es un cuento: Aquí la mejor arma es el talento”

Entre rimas y ritmo se van contando las historias del barrio, de la calle y
de la vida con los parceros, de la familia y del amor.

Por: Dayana Isaza Castañeda
Cada persona es un mundo diferente, cada persona tiene una historia que contar, unas que tienen final y otras simplemente quedan en puntos suspensivos. No se borra de mi mente ese jueves en el que, en la ruta Calasanz Boston en Medellín, se subió una joven muy delgada, que tenía sombra azul brillante en los ojos, una pañoleta roja en la frente y una gorra blanca puesta hacia atrás en la cabeza. Su cuerpo delgado buscaba equilibrio con una sola mano, con la otra sostenía un bafle de esos que funcionan con pilas. Comenzó a cantar. El rap, ese género que acompaña mi vida desde hace algunos años, que me atrapó y me envolvió.

Cuando la escuché me quede mirándola fijamente, sintiendo cada palabra. Era un canto a Dios, a la vida, a la esperanza, a su familia, a los días en los buses, a los días lluviosos. Al final las gracias al creador por darle la oportunidad de trabajar. La sencillez que demostraba y la pasión con la que cantaba. A diferencia de muchos trabajadores informales, ella no trasmitía lastima, ni contaba una triste historia para conmover, simplemente cantaba y hacía olvidar del calor del medio día y de la incomodidad de viajar en bus.

Antes de que se bajara, recordé la crónica que debía escribir para una de mis clases, aún no tenía tema, pero esta joven hizo que mi corazón se entusiasmara al ver lo que hacia. Mire hacía atrás buscándola con la mirada, le dije que la necesitaba para un trabajo de la universidad, que si podía darme un número telefónico para comunicarme con ella. Rápidamente me dijo que se llamaba Carol y me dio un número telefónico.
Cuando llegué a mi casa, comencé a buscar algunas crónicas acerca de cantantes urbanos, de cantantes de rap. Había encontrado un tema, estaba viviendo la historia que contaría.
Llamé al número que me había dado. Pregunté por ella pero la voz que había del otro lado del teléfono me dijo que estaba equivocada. Sentí que toda esa emoción se había esfumado. Estaba como al principio, sin una historia para contar.

Decidí volver a llamar, me dijeron que no la conocían, pero insistí diciendo que era una joven que trabajaba cantando en los buses y que me había dado ese número para hablar con ella. La mujer que me contestó me dejo esperando, cuando volvieron a tomar el teléfono, sorprendentemente era ella. Le hable recordándole quien era, y hablamos un poco para planear un encuentro. Ella no tenía un número celular, y ese, al que la estaba llamando, era de la casa contigua a la suya, lo que me preocupaba mucho. Entonces, le di mi número para que el sábado de esa semana me llamara y poder indicarme donde nos veríamos. Había logrado encontrarla.

Se me ocurrió una idea, hablar con el integrante de un grupo de rap que hace poco había conocido, para tener dos historias unidas por el rap. Logré conseguir el número de Jader, integrante de un grupo local, Las Plagas. Lo llamé pero su hermano me dijo que no estaba. Mis llamadas no me animaban mucho.

El sábado, me quede esperando la llamada de Carol, llamada que nunca recibí. La semana terminó y mis dos personajes, tan solo estaban en mi imaginación.
El tiempo se me agotaba, los días pasaban y aún no comenzaba a escribir. De nuevo llamé a Carol, cuando me escucho, me dijo que se le habían perdido mis números y por eso no me había llamado. Le pedí que me diera un punto estratégico para encontrarnos el sábado de esa semana a la 1:30 de la tarde.
Nuestro punto de encuentro: El Éxito de Robledo, donde se estacionan los buses de la ruta Circular Coonatra.

Era sábado, a la 1:30 p.m. estaba donde Carol me había indicado. Había aproximadamente cinco trabajadores informales. Una chica vendía dulces y dos niños pequeños unas extrañas golosinas, todos hablaban mientras llegaba algún bus para trabajar. También había dos puestos de venta informal. Espere algunos minutos, dándole tiempo a Carol de que llegara. Le pregunté a la chica de cabello corto y rojo que vendía dulces, que si la conocía y la había visto ese día, ella me dijo que se había subido en uno de los buses, que en cualquier momento regresaría.

Eran las 2:04 p.m. y aún Carol no aparecía, el calor era insoportable. Los que trabajaban en los puestos de venta comenzaron a irse.
A las 3:30 p.m. miré hacia abajo y vi que Carol subía, podía notar el cansancio, el sudor caía por su frente. Inmediatamente me puse de pie, al parecer ella no me reconoció porque siguió hacia arriba, así que corrí para alcanzarla.
Me preguntó que si nos demorábamos, que no tenia mucho tiempo porque debía recoger a sus hijos. Nos sentamos en la cera para hablar un rato.

La calle, un improvisado escenario
Su nombre es Carol Jiseth Murillo Quintero, nació en Bogotá. Estudió hasta quinto de primaria, porque desde pequeña decidió enfrentar la vida en las calles. Conoció todo tipo de personas dejándose envolver por las drogas y se alejó completamente de su familia.

Tuvo la oportunidad de ingresar a un centro de rehabilitación en Bogotá, en aquel lugar, cuyo nombre no alcanzó a decirme, paso cuatro años en los que conoció el Rap, a Dios y a Mario, su esposo. Cuando era niña le gustaba mucho cantar, pero eso había quedado en los recuerdos de esa oscura infancia, sin imaginarse que esa sería la manera en la que podría sacar a su familia adelante. Las drogas deterioraron su piel, como si el tiempo y la calle hubieran dejado cicatrices imborrables, para que no olvidara el pasado.
Con su padre no habla desde hace algunos años y a su madre la llama cuando puede. A ellos poco les interesa su vida desde que eligió las calles y desaprovecho la oportunidad de estudiar. Solo conoce a su hermana mayor y tan solo sabe de la existencia de sus dos hermanos menores.
Desde hace siete años vive en Medellín, después de haber vivido en Cali y Bogotá. Decidió cantar en los buses en compañía de su esposo “por la necesidad” como ella misma lo expresa, “para sacar la familia adelante”. Vive en Robledo La Playita, eso era cuando pude hablar con ella, pero antes vivía en Niquitao en habitaciones de improvisados hoteles. Era un ambiente muy pesado que no era para los niños, así que los sacó de la escuela y encontraron una pieza para arrendar en Robledo.

Cuando le pregunté por qué había elegido el Rap y no otro género, comenzó a responder y sus ojos se abrieron, hablaba con un tono de agradecimiento a la vida por haberle mostrado otra manera de enfrentar la calle. “El Rap lo conocí en la fundación, allá cantaban música cristiana y había un grupo juvenil que cantaba rap. Ellos me enseñaron y empecé a cantar con ellos, y me decían que tenia muy buena voz. El rap lo elegí porque me gusta, porque también me lucra, porque me va muy bien, porque es lo que me gusta hacer, me gusta expresarme con este arte, porque para eso esto, para uno expresarse, de todo lo que pasa, de todo lo que sucede y lo que uno piensa”.

Tiene 3 hijos, un niño de 8 años, una niña de 5 y un bebe de 3 años. Solo puede trabajar dos horas diarias, porque no tiene quien le cuide los niños todo el día, y ahora es más difícil porque no están estudiando, así que la señora de la casa donde arrendaron la habitación, se los cuida ese tiempo. En esas dos horas trabaja para poder comprar “el diario” con los diez o veinte mil pesos que logra recoger; su esposo Mario aprendió a fabricar escobas y trapeadoras, y  lo que gana en la microempresa donde trabaja, que es menos del mínimo, paga el arriendo y los servicios. Los domingos, en su día de descanso, Mario, cuida a los niños y Carol trabaja en la mañana y parte de la tarde, para poder llegar y salir un rato al parque. Si en la semana les fue bien, se pueden gastar veinte mil pesos para comprarles algo a los niños en esas salidas.

Pensar en ahorrar algo para un futuro, lo ve como un imposible, “solo se trabaja para el día a día”. Hablar de futuro para Carol es dejar de pensar en ella, no sabe hasta cuando vivirá, pone todo en manos de Dios.

Lo más duro ha sido ser mamá, trabajar en embarazo, más que por los peligros que corría en ese estado, por la lastima con la que la miraban las personas, fue algo que la hizo sentir mal en sus tres embarazos. “Estar embarazada no es motivo para que lo miren a uno con lástima”.
Trabajar en la calle no es fácil, donde hay raperos el ambiente es pesado pero ese  es el “gueto de la calle”, es por eso que Carol trabaja sola, casi nadie sabe de su vida, trata de ser muy seria y no tiene amigos. Prefiere estar aparte de los problemas y así poder trabajar en cualquier ruta, sin pedirle permiso a nadie.

Carol debía irse por sus hijos, me contó que el domingo se pasaría para otro lugar, inmediatamente pensé que de nuevo, seria difícil organizar otro encuentro. Ella me dijo que me llamaría para ver que día podíamos encontrarnos, incluso me dijo que podría conocer a sus hijos y pasar un día con ella. Eso me entusiasmó mucho.

Continúa la búsqueda

El sábado volví a llamar a Jader, y logré hablar con él. Nos encontraríamos el martes de esa semana

Los días seguían pasando y la llamada de Carol no llegaba. El encuentro con Jader no tuvo éxito. Tenía muchos datos, pero estaban en el aire, no tenía un hilo que los atrapara.
El sábado siguiente, decidí buscarla en el mismo lugar donde me había encontrado con ella la primera vez. Estaban las mismas personas y me senté a esperar que apareciera por cualquier esquina o bajara de uno de los buses. Después de una hora, le pregunté a un joven que también cantaba, que si ese día la había visto, y me contó que durante toda esa semana no la habían visto por ahí, que ella, había tenido un problema con unas mujeres de por ahí y que no podía volver.

Tomé un bus que me llevara hasta La Alpujarra, otro de los lugares por los que trabajaba y donde se subió la primera vez que la vi en el bus. Miré por todas partes con la esperanza de verla, me acerqué a uno de los paraderos, y  a un señor que vendía chocolatinas  le pregunté si la conocía, me dijo que si, pero que ese día no la había visto, que si la veía por San Juan le decía que yo la estaba buscando.
Me senté un rato a esperar si en algún bus llegaba. Eran las 3:30 p.m. y aún no la encontraba, tomé un bus para irme para mi casa. Iba desilusionada, faltaban 4 días para entregar la crónica y no tenia nada.

Llegué y llamé al número que tenia de Carol, pero me dijeron que ya no vivía ahí y que no había dejado otro número para localizarla. Llamé a Jader y tampoco pude hablar con él. Pensé en buscar otro tema, pero nada me parecía interesante.

El sábado, a las 12:00 p.m. entro un mensaje a mi celular en el que decía que llamara a Jader al día siguiente a las 10:00 a.m. para encontrarnos.

El domingo a las 12 del medio día, me encontré con Jader en el Polideportivo de Bello. Llegó en su bicicleta amarilla, vestido con una camiseta blanca, pantaloneta azul oscura y tenis..

El “Ozzo” que canta rap.
Su nombre es Jader Serna, pero le diremos el Ozzo. Como le dicen desde hace algunos años, es que “se siente raro que me diga Jader”. Desde pequeño fue una “plaga” en el colegio. En la parte académica tenía un buen rendimiento, pero en cuanto a la disciplina, su comportamiento no era el mejor.
Nadie le enseñó, simplemente comenzó a escuchar  grupos de rap de Estados Unidos y con el tiempo descubrió que también se cantaba en español, y que en Medellín se hacía rap, así que comenzó a ir a conciertos y a eventos relacionados con el género. Escuchaba a grupos como La Clika, La Bomba Rulas, FB7, Black Soul, La tribu. Conoció a muchas personas del movimiento, al lado de sus amigos, quienes tenían mas conocimiento acerca del género y en un evento que hubo en la choza de Marco Fidel Suarez, en el municipio de Bello, pudo escuchar a Las Plagas, “yo ya los conocía, yo ya había tenido relación con el Cuate y con el Juan”. A lo ocho días siguientes, el Rap tocó la puerta, Las Plagas “cayeron” a la casa del ozzo.

Desde hace 15 años el Rap ha sido su mayor pasión, distribuyendo el tiempo entre el trabajo y la música, al igual que los demás integrantes del grupo. La música no se puede obligar a que genere dinero, cantan y componen tranquilos, respetando el arte.
Jader vive con su mamá y sus hermanos en Bello. Tiene una buena relación con todos. Sus hermanos también están inclinados por la música, pero en otros géneros. Todos se apoyan mutuamente y algunas veces lo acompañan a sus presentaciones. Para su mamá o su “parcera” como se refirió a ella en nuestra conversación, el Ozzo es un loco por la música.
Desde 1997, cuando el Ozzo y el Juan (integrante del grupo) hicieron parte de Las Plagas, dieron comienzo a la primera producción musical llamada Vida Dura. Muchas personas pueden pensar que hacer parte de una agrupación es sinónimo de tener mucho dinero, pero el recorrido que ha tenido este grupo no ha sido fácil, ellos mismo han buscando los medios para financiar los gastos de sus producciones, han estado atentos a conocer personas influyentes en el medio. Trabajan bajo sellos independientes y aún están en el proceso de registrarlos.

Pensar en apoyo por parte del gobierno, es algo que con algunas agrupaciones se evidencia, pero como lo expresa el ozzo, trabajar para ellos es limitar la expresión, seria desviarse del propósito del rap.

Cuando le pedí que me definiera el rap, sonreía mientras buscaba las palabras más apropiadas y que dejaran en alto el motivo que lo impulsa a vivir. En una sola frase lo hizo “el rap es una revolución”, “y como en toda la música, hay rap para el gueto y hay rap para el gomelo, yo lo veo, como tú lo quieras hacer, hazlo bien, muchas personas lo toman como una manera de agredir. No. La música no debe ser así”.

Mientras hablábamos se fumaba un cigarrillo y tomaba agua de un termo verde.

Sus canciones son inspiradas en lo que pasa en las calles, son críticas sociales que pretenden revolucionar al mundo y contar eso que a veces la sociedad olvida, pero que se vive día a día.

Los logros que han alcanzado Las Plagas han sido con mucho esfuerzo, con trabajo duro, superando las dificultades que se presentan al trabajar en grupo. ”Todos son unos talentosos”, “somos como hermanitos”. “Todo lo que hacemos es muy bacano, siempre y cuando usted le meta ganas, porque es algo para usted, para mostrárselo a la gente. Entonces nosotros procuramos que salga lo mas bonito posible, así sea con bajo presupuesto”. Han visitado en varias oportunidades  Bogotá, para participar en eventos como Rap al Parque, haciendo presentaciones en discotecas y en otros festivales. Sentir el reconocimiento es algo “muy bacano”, no solo en otra ciudad sino, en la casa, en el barrio y en el municipio donde el apoyo de la gente ha sido fundamental en todo.

Hablar del futuro con el Ozzo, es simplemente pensar en la música, aun no hay planes de familia, solo trabajar y “conseguir mucha plata para invertírsela a la música”. Por ahora solo quiere concentrarse en el nuevo empleo que tiene y en una producción como solista que espera lanzar muy pronto. Después llegaran nuevos proyectos, que como él dice, “ya están maquetiados”, como una canción al amor que tiene empezada y otra que es la promesa a un “parcero que se murió en el 95”.

Si hubo Historia que contar.

Cada persona es un mundo diferente, cada persona tiene una historia que contar, unas que tienen final y otras simplemente quedan en puntos suspensivos. Llegará el día en el que me suba a un bus y escuche de nuevo su voz. Y tal vez en ese mismo bus, escuche alguna canción del Ozzo en la emisora. Por ahora me conformo con saber que tuve algo que contar.

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